La reciente medida adoptada por el municipio de Lo Barnechea, que consiste en implementar dispositivos para bloquear el funcionamiento de celulares en un establecimiento educacional, ha encendido nuevamente la discusión sobre el papel de estos dispositivos en el aula. Este debate se centra en si los teléfonos contribuyen a desviar la atención y merman el proceso de aprendizaje, o si, por el contrario, representan un recurso didáctico con un significativo potencial educativo. Los defensores de la medida argumentan que la presencia del celular conlleva distracciones severas, lo cual afecta la concentración y, en consecuencia, el desempeño académico. De acuerdo con datos de la UNESCO en 2023, basta con la presencia del dispositivo para que el estudiante pierda su foco de atención, recuperándolo hasta 20 minutos después. Estudios realizados en países como Bélgica, España y el Reino Unido han evidenciado mejoras en los resultados académicos al eliminar los teléfonos del entorno escolar. Asimismo, en Noruega se observó una disminución del 60% en las consultas a especialistas psicológicos y una reducción del 29% en los tratamientos de salud mental, acompañado de una baja en casos de acoso escolar y un aumento en el rendimiento académico. Experiencias en Francia, Inglaterra y Australia han resaltado que restricciones similares también favorecen la convivencia y en ocasiones impulsan mejoras en las calificaciones estudiantiles.
Por otro lado, investigaciones respaldadas por la OCDE y PISA señalan que el rendimiento escolar no depende exclusivamente de la presencia de dispositivos móviles. La prohibición total puede ocasionar efectos negativos, como la generación de ansiedad, la exclusión social o la pérdida de oportunidades para aprovechar el carácter democratizador del celular, que facilita el acceso a la información y permite desarrollar propuestas pedagógicas que, de otra forma, implicarían altos costos en recursos. Se destaca que el perjuicio se manifiesta principalmente cuando los jóvenes hacen un uso desmedido y sin una regulación clara. En contraste, un empleo moderado y orientado con objetivos educativos puede potenciar la motivación y mejorar los resultados en determinadas asignaturas. El riesgo principal de una prohibición absoluta radica en la incapacidad de los alumnos para desarrollar una autorregulación en el ámbito digital, lo que, fuera del entorno escolar, puede aumentar su vulnerabilidad. Por ello, se plantea la necesidad de que la familia asuma también un rol activo, promoviendo el uso adecuado del celular a través de normas establecidas.
La revisión de experiencias internacionales no permite definir de manera concluyente una postura única respecto a la prohibición de celulares en el aula. Mientras algunos estudios muestran que esta política consigue disminuir distracciones y mejorar indicadores académicos, otros resaltan que las estrategias más efectivas combinan reglas claras, una adecuada formación en competencias digitales y un empleo consciente de la tecnología. Además, en la era en que los dispositivos móviles son una vía fundamental para acceder a la inteligencia artificial, muchos países están integrando estas herramientas en sus sistemas educativos, lo que subraya la complejidad del asunto. En definitiva, el celular puede actuar tanto como un limitador como un potenciador del aprendizaje, dependiendo del apoyo familiar, de metodologías activas en el aula y de un sistema educativo comprometido en equilibrar los desafíos y oportunidades que presenta su uso.
Autor: Iñigo Socías